La Trampa del Ego

“Nunca es la otra….”

A lo largo de nuestras vidas, en alguna ocasión nos hemos dañado físicamente. El resultado ha sido dolor y una herida más o menos importante. Sabemos que sanar una herida implica unos cuidados y tiempo. Si esa herida es superficial el proceso de sanación es rápido, mientras que si es más profunda el dolor sentido al producirse es mayor y requerirá más esfuerzo, paciencia y más tiempo hasta sanar por completo. Durante ese proceso más o menos largo, si entramos (nosotras o alguien) en contacto con esa herida, sentimos nuevamente dolor. Observemos que solo sentimos dolor mientras la herida está, y solo si contactamos con ella. Si el contacto se produce en otra parte, dónde no está herida, no sentimos nada. Tampoco sentimos nada cuando está completamente sanada y que se convierte en una cicatriz.

Lo que ocurre en el plano físico, se produce también a nivel emocional. Aquello que la otra hace o dice, por norma general no produce de por sí dolor, ni suele contener intención para causarnos daño alguno, excepto si entra en contacto con nuestra herida emocional. Y es entonces cuando al percibir nuestro dolor, debemos caer en la cuenta que si nos duele es porque hay herida abierta nuestra, no sanada. El dolor es nuestro, aunque lo detona la otra, pero la herida es nuestra.

Somos nosotras la mayoría de las veces, quienes simplemente desde nuestra percepción de los hechos, lo interpretamos, le damos un significado concreto y lo convertimos en algo personal que nos hace la otra. Creemos que el causante del dolor es la otra. Y eso es un error de percepción. La realidad es que el dolor surge por nuestra herida, consecuencia del contacto de la otra en ella. Deberíamos poner atención a qué sensaciones o incomodidades ha despertado la otra en nosotras, y dónde nos ha dolido, así quizás hagamos consciente una herida abierta que arrastramos, sin percibir. Es ahí dónde debemos trabajar para sanar.

De hecho atraemos aquello que necesitamos para sanar, para hacer conscientes nuestras heridas y carencias, para florecer emocionalmente. Aquello que llega, lo hace para darnos la oportunidad de reconocer y trabajar nuestras sombras. Si, por ejemplo, tenemos miedo a ser abandonados, nos van a abandonar, para que lo experimentemos y lo sanemos. Aquellas que sufrieron abandono en su infancia por parte de sus progenitores, van a atraer a alguien que las abandone. Todo el tiempo y de forma repetitiva la vida nos envía exactamente lo que necesitamos para reconocer nuestras heridas, crecer, y hasta que no lo consigamos y trascendamos, seguirán llegando.

Si comprendemos esto, en lugar de ver problemas con la gente, con nuestros familiares, con nuestras ex parejas o ex socios, con nuestros hijos, en lugar de mirar afuera, veremos que nos llega una oportunidad y dónde debemos mirar es adentro. Debemos comprender solamente que las otras lo único que hacen es mostrarnos lo que necesitamos resolver en nuestro interior para dar un salto cuántico en nuestras vidas. Las otras golpean partes nuestras, las que están sanas no duelen, pero las heridas sí se resienten. No se trata de lo que la otra ha hecho, sino de reconocer la oportunidad de tomar consciencia que ahí hay una herida nuestra no sanada, por eso al tocarla la otra, nos duele. Debemos dejar de enfocarnos en los problemas con cualquiera, y ocuparnos de nuestras sombras y de nuestra sanación. La otra ha venido para ayudarnos a percibir nuestra herida.

El daño que produzcan los demás si se obran mal, va a tener sus propias consecuencias kármicas, no somos nosotras quienes debemos juzgarlas, ni vengarnos. Lo importante es que entendamos que no importa cuán negativos parecen las otras, están para ayudar y mostrar nuestras heridas y qué partes debemos trabajar en nosotras. En algunos casos son como ángeles disfrazados, que vienen a incomodarnos para que tomemos conciencia, de qué debemos sanar y mejorar en nosotras. Usemos estas situaciones al servicio de nuestro crecimiento y jamás acusemos a nadie por nada, ni culpemos a nadie por su comportamiento. Éste es el camino de la responsabilidad y la paz total, y nos va a liberar de nuestros conflictos.

Por tanto, observemos atentamente quién nos rodea, qué comportamientos permitimos y cuál es el mensaje que se desprende de ello. En lugar de invertir tiempo y energía en juzgarlos, deduzcamos cuál es el mensaje, qué es lo que remueven en nuestro interior. Es ahí dónde debemos focalizar nuestra atención y nuestro trabajo interno, reconocer nuestras heridas. Ellas son meros espejos que tratan de mostrarnos nuestras carencias y desde dónde vivimos nuestras vidas. Agradezcamos la oportunidad que nos brindan para solucionar nuestros conflictos internos y esos patrones que probablemente están enquistados y sean habituales en nosotras, y que sólo con su ayuda, hacemos visibles en nosotras. Es ahí dónde debemos enfocarnos, en qué mensaje esconde para nosotras determinado comportamiento de la otra.

Atraemos comportamientos de otras personas para mostrarnos aquello que no estamos haciendo bien, sea por exceso o por defecto, o quizás al contrario para mostrarnos qué patrones sí tenemos ya trabajados y con los cuáles podemos ayudar y acompañar al otra, con nuestro ejemplo.

En cualquier caso, debemos observar qué nos inquieta a nosotras al toparnos con las actitudes de estas personas que llegan a nuestra vida, con las incomodidades que nos generan. Así, por ejemplo una persona un poco egoísta, nos puede incomodar por dos motivos: o bien somos también demasiado egoístas, o al contrario, somos demasiado altruistas y empáticos. Quizás vienen a mostrarnos que no nos priorizamos, ni sabemos poner límites sanos para proteger nuestro amor propio. Por tanto cuando alguna actitud nos remueve y nos descentre de nuestra tranquilidad deberemos observar cuál es el mensaje que hay detrás de ella para nosotras. Es probable además que cuando percibamos y luego sanemos ese comportamiento o carencia nuestra, esa persona se aleje de nosotras o seamos nosotras quienes la alejemos, y eso es porque ya cumplió su función para nosotras. Por el contrario si no corregimos eso en nosotras, la vida nos seguirá trayendo otras personas, de distinto género o edad, con los mismos comportamientos, hasta que percibamos y nos demos cuenta del mensaje y lección que traen consigo para nosotras, y trabajemos en nosotras eso que debemos mejorar.

¿Qué hay en la otra que debemos sanar en nosotras? Esa es la cuestión que nos permitirá crecer y evolucionar.

(Extracto de mi libro: “La Trampa del Ego”. Puedes adquirirlo completo aquí)

 

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